Polybius, la leyenda urbana de los videojuegos

Antes de la era de internet, de las consolas de sobremesa y de los pinganillos para hablar mientras juegas al último Call of Duty el juego cooperativo se trataba de una forma muy diferente. Hoy en día abres una sesión en el Xbox Live y le envías un mensaje a tu amigo para ver si quiere echarse una partida. Hace años, cogías el teléfono, marcabas el número de la casa de tu amigo en el disco del teléfono, decías a su madre que te lo pasara y quedabas con él en la esquina para ir a la sala o a los recreativos a echarte unas partidas.

Había dos tipos de salas, las de centro comercial con un montón de maquinas nuevas con luces brillantes, bolera y con un aspecto reluciente. Por otro lado teníamos las salas con solera, las de barrio, aquellas que eran un lugar oscuro y siniestro con olor a tabaco. De esas en las que te decía tu abuela cuando pasabas por delante que no tenías que entrar. Pero llegaba la edad del pavo y de salir por las tardes «a dar una vuelta» y casi siempre acababas en la sala que estaba más cerca de tu colegio o instituto. En mi caso mi sala era de las segundas, de las oscuras tipo antro, pero que me dejo muy buenos recuerdos.

La fauna de las salas de videojuegos era de lo más variopinta, pero siempre era la misma en cualquier sala que entraras. Primero tenias al encargado, al que se referían por un mote particular, el de mi sala era «Bigotes», que era el que te daba el cambio de la caja que tenia detrás del mostrador, te vendía patatitas y refrescos o venia a desenganchar la bola de los petacos que se había quedado enganchada o cuando la maquina te tragaba cinco duros.

Luego teníamos a los jugadores, el profesional, era un chaval mayor que congregaba cientos de mirones cada vez que jugaba, casi siempre fumaba y dejaba el piti en el cenicero de la maquina. Uno de los más odiados era el cansino, que estaba todo el día diciéndote «deja que te pase yo esta pantalla» o diciéndote que cosas tenias que coger o hacer en cada juego. Teníamos también al tirao, que siempre estaba pidiéndote que le dejaras cinco duros para echar una partida, que en mi sala era un chaval bastante entrañable.

En mi época teníamos el Street Fighter, el Puzzle Bobble (el favorito de las chicas), Spinmaster, Metal Slug, Cadillacs&Dinosaurs, Ghost’n’Goblins… Pero de entre todas esas maquinas había una que se hizo famosa por las terribles consecuencias que acarreaba jugar al juego que contenía: Polybius.

Cuenta la leyenda urbana, que un videojuego nunca antes visto apareció en varias salas de juegos de los suburbios, conocido como Polybius. Cuentan también que el juego fue fabricado por una empresa llamada Sinneslöschen y programado por Ed Rottberg diseñador en aquellos tiempos de Atari y creador del mítico Battlezone, entre otros juegos, entre los años 1979 y 1981. Se dice que el nombre de la empresa “Sinneslöschen”, que es una palabra alemana, se podría traducir a “perdida de los sentidos”

Al poco tiempo, el juego se hizo muy popular, hasta llegar al punto de producir adicción en algunos jugadores. Siempre se formaban largas colas para poder jugar. En el juego, el jugador manejaba una nave que disparaba a una serie de enemigos mientras las fases se desarrollaban con una temática tipo puzzle. La particularidad del juego era que la nave no se movía con el mando, sino que la pantalla rotaba alrededor de la nave, una revolución en aquella época, y su aspecto gráfico, de colores vivos y abundantes efectos luminosos, fue una gran atracción para todos los jugadores de videojuegos.

Los relatos de las personas que tuvieron la oportunidad de jugarlo hablaban de combinaciones de luces estroboscópicas y gráficos que contenían mensajes subliminales. El juego producía afecciones neurológicas en los jugadores, como mareos, tics nerviosos, vómitos, pérdidas de memoria, alucinaciones auditivas y ópticas, ataques epilépticos y terrores nocturnos.

También aseguraban ver caras fantasmales por el rabillo del ojo recorriendo la pantalla del juego a una velocidad casi imperceptible, así como mensajes que instaban al suicidio o al conformismo, tales como «Kill Yourself» (mátate), «No Imagination» (sin imaginación) «No Thought» (no pienses), «Conform» (confórmate), «Honor apathy» (honra la apatía), «Do not question authority» (no cuestiones a la autoridad) o «Surrender» (ríndete) entre otros. Muchos afirman haber oído voces y lamentos entremezclados con el fortísimo y confuso sonido del videojuego.

Curiosamente, el juego al principio provocaba una gran adicción, para después generar un odio visceral al mismo. Los jugadores olvidaban en qué consistía el juego de forma escalonada, por lo que hoy en día es casi imposible encontrar un testimonio de alguien que haya conseguido jugar y lo recuerde a la perfección.

Cuando se cerraban las salas de juegos, algunos testigos afirmaban ver a dos hombres con trajes negros (“Hombres de Negro”) que entraban a hablar con el dueño de la sala y tomaban notas en virtud de los efectos que este les relataba. Esto acrecentó la sospecha de que la máquina pertenecía al gobierno estadounidense.
Un par de testigos aseguraron que estos señores se habían olvidado de salir del menú de opciones y que cuando miraron a la pantalla, contemplaron atónitos como en ésta habían parámetros tales como pesadillas, terrores nocturnos, amnesia o alucinaciones auditivas y mensajes subliminales.

Finalmente, la prensa se hizo eco del fallecimiento de un jugador que sufrió un ataque epiléptico mientras jugaba. Al día siguiente, empleados de la compañía, vestidos como siempre de negro, acudieron a todas las salas en donde se había instalado el juego y se llevaron todas las unidades, haciéndolo desaparecer, para siempre…

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