Ready Player One: lee, juega, sobrevive…

Yo no es que sea mucho de leer novelas porque leo comics, artículos y sobre todo la wikipedia que casi la tengo desgastada. Sobre todo no me da por leer libros porque, aunque alguna que yo sé se me ría cuando lo digo, la cuestión es que me vicio malamente. Cuando leo un libro y me atrapa no puede dejar de pensar en él y no puedo hacer otras cosas más que terminarlo, por eso no suelo acercarme mucho a los libros. Pero de vez en cuando llega a mis manos un libro que me llama y en este caso fue Ready Player One, que en menos de 5 días me había pulido sus 300 y pico paginas.

Ready Player One mas que un libro es una oda a la subcultura y al frikismo dirigido a la generación que vivimos los 80 que mezcla el arranque de los videojuegos, las películas de nuestra infancia, la música ochentera de hombreras modelo Spandau Ballet y la edad dorada de los comics.
Las referencias dentro del libro son infinitas, tanto a juegos, como a películas, personajes, actores… Tanto que aun considerándome con un nivel aceptable de frikismo hubo veces, sobre todo con algunos juegos que no pude llegar a jugar, que tuve que tirar de Google para saber de qué juego me estaba hablando. Tampoco es necesario tener un gran conocimiento para leer el libro pero si quieres disfrutar al 100% es recomendable conocer las películas y los juegos de los que te habla.

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Restaura el color original de tu GameBoy o SuperNintendo

Hace un fin de semana decidí ponerme a imitar a los políticos de este país y empezar a blanquear, la única diferencia es que en mi caso en vez de blanquear dinero me puse a blanquear otras cosas más legales y es que en mi último viaje a las tierras del norte rescate de casa de mis padres dos pequeños tesoros de mi infancia.
La primera en ser rescatada fue mí querida GameBoy que tantas horas de diversión me dio y en un segundo viaje se vino a casa mi primera consola de sobremesa, aquella consola que por mi época llamaban «El cerebro de la bestia», la Súper Nintendo. Desgraciadamente el tiempo pasa para todo el mundo y mis dos pequeñas joyas de la infancia ya no estaban en sus mejores momentos y su antiguo color gris claro se había convertido en un color amarillento sucio como los restos de la nicotina. El aspecto que tenían no era el que recordaba cuando las saque de la caja la primera vez.

El motivo de ese color amarillento es por culpa del plástico con el que están fabricadas tanto la GameBoy y la SuperNintendo. Ese plástico es el ABS (Acrilonitrilo butadieno estireno) y se utiliza sobre todo en automoción, en juguetería, los Lego y algunas figuras de acción están hechas con este material, y en componentes electrónicos como ordenadores, teclados, ratones… Es un plástico duro y rígido y además el principal motivo por el que es tan usado en electrónica es porque es muy resistente al fuego. Una de las razones por las que se uso en los 80 y 90 para fabricar la gran mayoría de consolas.

Pero el ABS no es todo beneficios y alegrías, tienen un gran punto flaco y es que es muy poco resistente a los rayos ultravioleta y modifican sus propiedades químicas e incluso físicas ya que el plástico se vuelve más quebradizo. En este punto los Nintenderos somos los más afectados por los rayos ultravioletas porque las primeras consolas de Nintendo eran gris claro mientras que las de Sega no se ven afectadas porque todas, excepto la Dreamcast que si se amarillea, eran negras.

Ahora bien, toda esta informacion está muy bien, pero si tenemos una o más consolas amarillentas habrá que ver si hay alguna solución para devolverlas a su estado original, y existe una solución o más bien una disolución.

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Arqueología de videojuegos: mis clásicos.

Desde hace años llevo una doble vida, de día trabajo, cojo el metro y me dispongo a ir a trabajar. Pero de noche vivo una vida de exaltación, palpitaciones y adrenalina. Dicha sea la verdad, una vida de dudosa virtud, no lo negare. Me he visto envuelto por la violencia, incluso la he disfrutado. He mutilado y matado enemigos y no solo en defensa propia. He mostrado una indiferencia total hacia la vida, la integridad física y la propiedad y he saboreado cada instante. 
Al verme jamás pensarías que he dirigido ejércitos, que he conquistado mundos, aunque para lograrlo he dejado a un lado la moralidad. No me arrepiento porque, aunque he llevado una doble vida, al menos yo sí puedo decir que he vivido.

Este texto, que corresponde a uno de los mejores anuncios de videojuegos en televisión, el de la primera PlayStation, es más o menos un reflejo de mis tardes o noches. Desde que tengo uso de razón siempre he tenido una cruceta y unos botones bajo mis pulgares. La primera vez, hace unos 30 años, eran unos dedos pequeños pulsando los botones de una pequeña maquina LCD de marcianitos, la última vez fue hace unas horas con unos pulgares un poco más grandes y más viejos en el mando de una PlayStation4.

 Durante esas horas de disparos, saltos y carreras me encontré con varios juegos que dejaron un muy buen recuerdo en mi mente. Juegos que recuerdo con cariño y de vez en cuando en momentos de nostalgia vuelvo a revisitar una y otra vez. Seguir leyendo «Arqueología de videojuegos: mis clásicos.»

Polybius, la leyenda urbana de los videojuegos

Antes de la era de internet, de las consolas de sobremesa y de los pinganillos para hablar mientras juegas al último Call of Duty el juego cooperativo se trataba de una forma muy diferente. Hoy en día abres una sesión en el Xbox Live y le envías un mensaje a tu amigo para ver si quiere echarse una partida. Hace años, cogías el teléfono, marcabas el número de la casa de tu amigo en el disco del teléfono, decías a su madre que te lo pasara y quedabas con él en la esquina para ir a la sala o a los recreativos a echarte unas partidas.

Había dos tipos de salas, las de centro comercial con un montón de maquinas nuevas con luces brillantes, bolera y con un aspecto reluciente. Por otro lado teníamos las salas con solera, las de barrio, aquellas que eran un lugar oscuro y siniestro con olor a tabaco. De esas en las que te decía tu abuela cuando pasabas por delante que no tenías que entrar. Pero llegaba la edad del pavo y de salir por las tardes «a dar una vuelta» y casi siempre acababas en la sala que estaba más cerca de tu colegio o instituto. En mi caso mi sala era de las segundas, de las oscuras tipo antro, pero que me dejo muy buenos recuerdos.

La fauna de las salas de videojuegos era de lo más variopinta, pero siempre era la misma en cualquier sala que entraras. Primero tenias al encargado, al que se referían por un mote particular, el de mi sala era «Bigotes», que era el que te daba el cambio de la caja que tenia detrás del mostrador, te vendía patatitas y refrescos o venia a desenganchar la bola de los petacos que se había quedado enganchada o cuando la maquina te tragaba cinco duros.

Luego teníamos a los jugadores, el profesional, era un chaval mayor que congregaba cientos de mirones cada vez que jugaba, casi siempre fumaba y dejaba el piti en el cenicero de la maquina. Uno de los más odiados era el cansino, que estaba todo el día diciéndote «deja que te pase yo esta pantalla» o diciéndote que cosas tenias que coger o hacer en cada juego. Teníamos también al tirao, que siempre estaba pidiéndote que le dejaras cinco duros para echar una partida, que en mi sala era un chaval bastante entrañable.

En mi época teníamos el Street Fighter, el Puzzle Bobble (el favorito de las chicas), Spinmaster, Metal Slug, Cadillacs&Dinosaurs, Ghost’n’Goblins… Pero de entre todas esas maquinas había una que se hizo famosa por las terribles consecuencias que acarreaba jugar al juego que contenía: Polybius. Seguir leyendo «Polybius, la leyenda urbana de los videojuegos»