Parásitos

Del lat. parasītus, y este del gr. παράσιτος parásitos ‘comensal’, ‘gorrón’.
1. adj. Dicho de un organismo animal o vegetal: Que vive a costa de otro de distinta especie, alimentándose de él y depauperándolo sin llegar a matarlo.

En la definición de la RAE que aparece arriba una de las distinciones que hacen es “vive a costa de otro de distinta especie” pero existen casos de parasitismo dentro de una misma especie. Hay casos puntuales en los que un individuo se convierte en parasito, pero hay casos en los que los parásitos han sobrevivido dentro del huésped durante siglos trasladando condición de parásito a su descendencia.
El truco de estos parásitos es muy claro, disfrazar su actividad de simbiosis. Hacen creer al huésped que su función es buena para el, cuándo por detrás lo drenan lo justo para mantenerlo con un hilo de vida. Pero no siempre funciona, en ciertas ocasiones el huésped acaba dándose cuenta y comienza el tratamiento para deshacerse de estos parásitos.

Un caso ocurrió en Francia, a finales del siglo XVIII se realizo un tratamiento radical por amputación que acabo con siglos de parasitismo. Años después, al encontrarse con el sistema inmunitario deprimido contrajo un parasito pequeño que intento expandirse a sus países vecinos, pero fue expulsado del organismo. Otro caso sucede en Inglaterra, en el que el huésped es feliz con sus parásitos. De hecho, el huésped se sorprende y en ocasiones se ofende cuando uno de sus parásitos quiere dejar de serlo.

Hay un huésped que lleva años intentando deshacerse de sus parásitos, concretamente desde el sigo XVIII. Cada dos generaciones de parasitación el huésped se revuelve y expulsa a los parásitos, pero estos siempre se las arreglan para volver. Estos tramos de una expulsión cada dos generaciones de parasitación llevan ocurriendo hasta el día de hoy.
La primera ocasión ocurrió cuando el huésped contrajo otro parasito de tipo francés que expulso a los originales. Después de la enfermedad los parásitos se las ingeniaron para volver disfrazados de simbiosis. Una vez dentro volvieron a parasitar con más fiereza si cabe llevando al huésped a una enfermedad.

La siguiente generación de parásitos, liderada por una parasita hembra, fue expulsada brevemente intentando entre medias ser parasitado por una nueva cepa italiana. No duro un año sano cuando el huésped volvió a ser parasitado por la cepa original.
Pasaron dos generaciones cuando el huésped volvió a expulsar a los parásitos, pero contrajo un cáncer agresivo. Sus células se volvieron contra otras durante una fiera enfermedad que finalizo con una metástasis en todos sus miembros que llega a día de hoy.
Sobreviviendo a duras penas el paciente volvió a contraer parásitos, esta vez disfrazados de simbiosis como anteriormente habían hecho sus antepasados. Los primeros años de simbiosis el huésped estaba feliz, había sobrevivido a un cáncer y el parasito le daba confianza.

En los últimos años esa simbiosis se fue debilitando, el parasito fue mostrando su verdadera cara viendo como había medrado desde que volvió a parasitar. Incluso parásitos nuevos que se incorporaron a su cepa se ha visto que se aprovechan del huésped lo máximo posible aun cuando el huésped los mantiene con su esfuerzo.
A día de hoy estamos en la segunda generación, los parásitos ya se están preparando para que la tercera siga con su oficio. El huésped empieza a revolverse como ha ocurrido otras veces ¿será la definitiva?

¿Ciudadano o súbdito? No, mejor villano

Este lunes un señor salió por la televisión anunciando que se jubilaba y que su hijo quedaba al cargo del negocio familiar. Algo que sucede todos los días y que seguramente sería irrelevante si no fuera que el negocio familiar es la jefatura de estado de este país. Ante el cese de actividad momentáneo se han levantado opiniones enfrentadas como tantas veces ha sucedido en este país ¿Morena o rubia? ¿FC Barcelona o Real Madrid? ¿Monarquía o Republica? Y es que a los españoles nos gusta mucho venirnos arriba, empezar a construir la casa por el tejado y pensar que con cambiar la empresa de nombre se solucionan todos los males.

Ahora mismo las redes sociales “arden”, como tanto les gusta decir a los periodistas, con la polémica de la Monarquía o la Republica de la misma forma que polemizan los tertulianos profesionales en los platos de las principales televisiones. Unos ensalzan al monarca como salvador de la patria durante la transición y el 23F, otros denostan al chanchullero, al borrachín y al aprovechado. Todos esos debates se pueden resumir en una pregunta repetida hasta la saciedad ¿Ciudadanos o Súbditos?

Lo que no se dan cuenta es que esas dos palabras elegidas no reflejan la sociedad actual. Los ciudadanos de las polis griegas eran elites que condensaban todo el poder en las democracias clásicas pero al fin y al cabo una elite. Para ser ciudadano tenias que ser hijo de padre y madre ciudadana por lo que ser ciudadano era un derecho de nacimiento y no se adquiría. El súbdito es aquel que está sujeto a la autoridad de un superior y está obligado a obedecerle, no indica que el superior sea un rey o un presidente.

La palabra ideal para definir lo que somos todos en este país es Villanos, pero no los villanos de comic, sino la acepción clásica de villano que significa siervo o campesino. Alguien que está atado a la tierra de una villa, es decir que trabajaba en el equivalente a una plantación en la antigüedad. La pobreza entonces se equiparaba a la corrupción moral: los villanos tenían que trabajarse su ascenso en la escala social. Porque no nos engañemos, estamos atados a la tierra de una villa, o más concretamente a un mostrador de una tienda, a un andamio o a la silla de una oficina y no dejan de recordarnos nuestra corrupción moral mientras nuestros diezmos engordan las arcas de los grandes señores.

Desgraciadamente volvemos a empezar la casa por el tejado, nos fijamos en el que está arriba cuando para derribar un edificio no hay que dinamitar la azotea, hay que dinamitar los cimientos que son los que sujetan esa azotea. Porque al fin y al cabo ¿Ciudadano o súbdito? no deja de ser una opción personal, lo más importante es poder decidir cuál de las dos opciones quieres ser.
Mientras tanto la única corona sobre la que tendrá decisión el pueblo Español es la de la foto que ilustra este post a la vez que el mundial de fútbol borra cualquier atisbo de pensamiento y la pregunta ¿Súbdito o Ciudadano? pasara a ser ¿Con rodaja de limón o sin rodaja de limon?

Odio, mentiras y tweets

Hace unos días aparecía en una portada de un conocido diario de este país la siguiente frase «El odio envenena las redes sociales», nada más lejos de la realidad. Esta portada denota claramente hacia donde está girando la prensa escrita dada la crisis del sector. Los antaño señoriales diarios se han convertido en meras hojas parroquiales al servicio de los caciques de turno que vomitan en sus páginas las palabras que les dictan desde los despachos.
Los juntaletras en nomina de los despachos siguen a rajatabla la máxima periodística de William Hearst con la infame frase: «No dejes que la realidad te estropee una buena noticia: inventa la realidad para que se convierta en noticia»

La portada «El odio envenena las redes sociales» revela la venda puesta por los caciques que solo les deja ver un pequeño fragmento de la realidad. Y es que el odio envenena las redes sociales, pero también envenena el bar, envenena la peluquería, envenena el autobús y envenena muchas casas. El odio ha envenenado a mucha gente, pero no es un veneno de mordedura de serpiente, ese veneno instantáneo que despliega todos sus síntomas de golpe. No, este veneno es un veneno calmado, es la cucharadita de cianuro de todos los días en el café de la mañana. Es esa pequeña dosis que va acumulándose en el cuerpo desarrollando los síntomas lentamente pero que inevitablemente desembocan en el mismo resultado.
Esa dosis diaria con el café de la mañana viene en forma de recortes de sanidad, recortes de educación, recortes de libertades pero también en pequeñas pastillas de corrupción, malversación de fondos, cuentas suizas… Seguir leyendo «Odio, mentiras y tweets»

Yo no soy un hijo afortunado

Especimenes del tipo Pijus Politicus a los que no le constan sobresueldos de 22000 €. Niñatos que solo valen para ir a por el cafe en las reuniones que juegan a ser espias en el Caribe. Clientes de hijos de ministros que se sacan un indulto por matar a una persona. Hijas y yernos reales que estafan miles de millones y se mira hacia otro lado.
No se el resto de la gente, pero como decia la Creedence yo no soy de los hijos afortunados…