Este lunes un señor salió por la televisión anunciando que se jubilaba y que su hijo quedaba al cargo del negocio familiar. Algo que sucede todos los días y que seguramente sería irrelevante si no fuera que el negocio familiar es la jefatura de estado de este país. Ante el cese de actividad momentáneo se han levantado opiniones enfrentadas como tantas veces ha sucedido en este país ¿Morena o rubia? ¿FC Barcelona o Real Madrid? ¿Monarquía o Republica? Y es que a los españoles nos gusta mucho venirnos arriba, empezar a construir la casa por el tejado y pensar que con cambiar la empresa de nombre se solucionan todos los males.
Ahora mismo las redes sociales “arden”, como tanto les gusta decir a los periodistas, con la polémica de la Monarquía o la Republica de la misma forma que polemizan los tertulianos profesionales en los platos de las principales televisiones. Unos ensalzan al monarca como salvador de la patria durante la transición y el 23F, otros denostan al chanchullero, al borrachín y al aprovechado. Todos esos debates se pueden resumir en una pregunta repetida hasta la saciedad ¿Ciudadanos o Súbditos?
Lo que no se dan cuenta es que esas dos palabras elegidas no reflejan la sociedad actual. Los ciudadanos de las polis griegas eran elites que condensaban todo el poder en las democracias clásicas pero al fin y al cabo una elite. Para ser ciudadano tenias que ser hijo de padre y madre ciudadana por lo que ser ciudadano era un derecho de nacimiento y no se adquiría. El súbdito es aquel que está sujeto a la autoridad de un superior y está obligado a obedecerle, no indica que el superior sea un rey o un presidente.
La palabra ideal para definir lo que somos todos en este país es Villanos, pero no los villanos de comic, sino la acepción clásica de villano que significa siervo o campesino. Alguien que está atado a la tierra de una villa, es decir que trabajaba en el equivalente a una plantación en la antigüedad. La pobreza entonces se equiparaba a la corrupción moral: los villanos tenían que trabajarse su ascenso en la escala social. Porque no nos engañemos, estamos atados a la tierra de una villa, o más concretamente a un mostrador de una tienda, a un andamio o a la silla de una oficina y no dejan de recordarnos nuestra corrupción moral mientras nuestros diezmos engordan las arcas de los grandes señores.
Desgraciadamente volvemos a empezar la casa por el tejado, nos fijamos en el que está arriba cuando para derribar un edificio no hay que dinamitar la azotea, hay que dinamitar los cimientos que son los que sujetan esa azotea. Porque al fin y al cabo ¿Ciudadano o súbdito? no deja de ser una opción personal, lo más importante es poder decidir cuál de las dos opciones quieres ser.
Mientras tanto la única corona sobre la que tendrá decisión el pueblo Español es la de la foto que ilustra este post a la vez que el mundial de fútbol borra cualquier atisbo de pensamiento y la pregunta ¿Súbdito o Ciudadano? pasara a ser ¿Con rodaja de limón o sin rodaja de limon?